MAMA TE EXTRAÑO

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Es tan difícil comprender que ya no estas Mama, y recignarce al aceptar la realidad. Tú dejaste un gran vacío en mí corazón. Hay momentos que me hacen falta tu opinión, tu oración y tus consejos. Me llevaste y me cargaste con mucha paciencia, con mucho amor y ternura por nueve meses en tu vientre.

Añorabas con mucha ansiedad mi llegada. En las noches soñabas con mi rostro y te imaginabas a quien se parecerá cuando yo naciera. Si me iba a parecer a Papa o si me iba a parecer a ti Mama. Dios te escogió a ti para que a través de ti yo naciera. Y así, nací y yo fui tu regalito de Dios. Me enseñaste a caminar y a hablar. Te sacrificaste mucho por mi y fueron muchas las noches que perdiste horas de sueño por mi.

Cuando yo me tropezaba y me caía, tú siempre estabas ahí y me tomabas de la mano y me levantabas. Cuando me lastimaba tú estabas ahí y limpiaba y curaba mis heridas. Cuando yo lloraba tú estabas ahí, me tomabas en tus brazos y me consolabas hasta que yo me dormía confiado en tus brazos. Tú me enseñaste a como sobrevivir, me enseñaste a como comportarme y respetar a los demás. Pero, sobre todo me enseñaste a amar a Dios sobre todas las cosas.

Me enseñaste a amar al prójimo y me enseñaste a ayudar al necesitado. Tú tuviste fe en mí y creíste en mí. Tú siempre orabas por mí y siempre le pedías a Dios que me cuidara con sus ángeles. Y quiero que sepas que estoy en Afganistán en una misión y que los ángeles todavía me cuidan Mama. Yo te extraño mucho Mama, tú te sacrificaste mucho por mí y por mis hermanos que también te extrañan mucho. Tú fuiste un buen ejemplo para mí. Tú te tuviste que enfermar, te enfermaste y yo vi tu sufrimiento y a pesar de tu sufrimiento tú siempre alababas a Dios y nunca perdiste tu fe.

Tú me enseñaste que se puede alabar y glorificar el nombre de Dios en medio del dolor. Un día en tu dolor te vi llorar, allí estabas tu en el hospital en una habitación esperando el momento por el cual todo creyente e hijo de Dios espera con tantas ansias. El día de ir al descanso eternal, para luego resucitar para ir a morar por toda la eternidad con nuestro Padre celestial.

Me acuerdo cuando tú estabas en tu agonía postrada en cama y me dijiste “porque tengo que sufrir mucho, porque no puedo ser feliz como las demás personas.” Yo no supe que decirte Mama, el dolor que yo tenía en mi alma de saber que pronto te me ibas de mi lado era muy grande, y no supe que decirte Mama.

Yo solo te dije; “Mama no culpes a Dios” y tu me dijiste; “No hijo, yo no culpo a mi Dios, porque el tiene un plan, el esta en control de todo y de nuestras vidas.” También me dijiste; “Ya deja de quejarte y mira el lado positivo siempre. Dios quiere enseñarte para luego llevarte a otro nivel. Para que aprendas a depender totalmente de el. El tiene el poder de levantarme de esta cama, pero el tiene un plan, por eso yo en Cristo confió, el tiene un plan.” Mama ya tu no estas conmigo, ahora tu estas descansando y esperando por ese día en que el Señor Jesucristo mencione tu nombre para luego despertar de tu sueño. Ahora yo se que algún día te veré, que solo tu duermes y yo se que es así. Jesús me prometió que algún día yo te veré, te reconoceré, te abrasare y llorare de alegría. Tú me miraras y me dirás: ya no más muerte, no más despedidas, no más sufrimientos, no más hospitales, ni doctores.

Aquí estaremos viviendo por siempre, por toda la eternidad con nuestro Señor Jesucristo y junto a nuestro Padre celestial. Ahora Mama, yo te digo, hasta luego.

Apocalipsis 21:1-4 dice:

1- Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.

2- Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

3- Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y el morara con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

4- Enjugara Dios toda lagrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá mas llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

Por: Waldemar Mendoza